En Julio de 1996 dos jóvenes de 20 años paseaban por la orilla del río Columbia cerca de la ciudad de Kennewick en el estado de Washington, cuanto tropezaron con “algo redondo”. Se sobresaltaron al extraer aquel objeto del fango y verificar que se trataba de un cráneo humano que conservaba buena parte de su dentadura.
La policía del lugar intervino para investigar un presunto caso criminal, para lo cual requirió la opinión de expertos, entre ellos la del antropólogo forense James Chatters.
Ellos acudieron al lugar del descubrimiento donde recuperaron otra gran cantidad de huesos, prácticamente el esqueleto completo.
En primera inspección, los forenses dictaminaron que se trataba de un hombre Europeo de complexión fuerte y 1.76 metros de estatura, que probablemente había muerto a causa de heridas con una filosa piedra. Era necesario determinar la antigüedad del esqueleto, para lo cual se ordenaron análisis de radiocarbono.
Los resultados que estas pruebas arrojaron dejaron impactados a los expertos y de inmediato se ordenaron nuevos análisis con las más avanzadas tecnologías de Carbono 14 para verificar estas primeras mediciones.
Pero las sucesivas pruebas dieron consistentemente el mismo resultado. Aquel esqueleto tenía 9,000 años de antigüedad.
De inmediato la noticia se conoció en todo el mundo y sacudió al ambiente científico. La historia oficial siempre había contado que el poblamiento de las Américas se realizó por inmigraciones Asiáticas a través del estrecho de Bering. No había forma de explicar qué estaba haciendo un Europeo en un río de Norteamérica ocho mil años antes que los Europeos hubieran descubierto las Américas.
Pero cuando la comunidad científica se organizaba para realizar todos los exámenes posibles para dilucidar el misterio, un convoy de cuatro camiones militares del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos se presentó en el sitio para reclamar la custodia de “los restos del nativo norteamericano hallados en el Parque Columbia”.
Así comenzaron una serie de litigios judiciales que continúan hasta hoy. El ejército de Estados Unidos declara amparar a varias tribus de nativos norteamericanos que reclaman que su “antepasado” tenga un entierro ritual en un lugar desconocido y se oponen a cualquier manipulación científica de los restos.
Distintas agencias científicas han presentado sus recursos para que se les permita estudiar el esqueleto fundamentando que no se trata de un nativo norteamericano. Cuando un juez anuncia una sentencia favorable a una de las partes, inmediatamente se presentan recursos de apelación en otra jurisdicción para revocarla.
Los científicos ensayaron entonces otra estrategia. Volvieron a las orillas del río Columbia en busca de otros posibles restos de parientes contemporáneos del hombre de Kennewick.
La reacción del ejército de Estados Unidos esta vez fue más espectacular. Desde helicópteros empezaron a arrojar toneladas de escombros sobre el sitio, en una supuesta operación de forestación del Parque Nacional, impidiendo así en forma definitiva cualquier sucesiva excavación en el lugar del hallazgo.
A fines de 1999 los científicos obtuvieron por vía judicial una brevísima “ventana” de autorización para realizar exámenes de ADN en minúsculas muestras de los huesos que fueron enviadas a varios laboratorios. Los resultados se conocieron en el correr del año 2000, siendo en todos los casos negativos. Las muestras obtenidas para ser analizadas estaban fatalmente contaminadas con ADN moderno, y no permitían establecer nada definitivo sobre el linaje genético del hombre de Kennewick.
Intentando dar un final a la historia, el ejército de Estados Unidos contrató a un grupo de expertos “independientes” quienes dictaminaron que el hombre de Kennewick si bien no era un nativo Americano, tampoco era un Europeo. Se propuso una conclusión bastante curiosa, el hombre de Kennewick pertenecía a la etnia Ainu, una pequeña población sobreviviente del norte de Japón cuyos rasgos son más “caucásicos” que cualquier otra etnia asiática.
Con esta explicación se salvaba la parte medular de la “leyenda oficial”, la del poblamiento de América por humanos de origen asiático a través del estrecho de Bering. Esta explicación pasó a ser también la “leyenda oficial” sobre el hombre de Kennewick.
Este episodio no es el único caso en el que las fuerzas armadas de los Estados Unidos han impedido el estudio de evidencias arqueológicas que podrían contradecir la historia que nos contaron.
Las pregunta que nos surgen al respecto son evidentes:
¿Por qué razón cuestionar la teoría del poblamiento de las Américas es un asunto de primera importancia como para movilizar al ejército de Estados Unidos? ¿Realmente tienen tanto poder las tribus Nativas americanas para bloquear una investigación científica de un esqueleto? ¿A qué poderosos intereses les importa en demasía sostener la leyenda oficial? ¿Qué rostro es el que no quieren que veamos?
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En el caso de que sepan, podrían dar más información acerca de este misterioso caso?
ResponderEliminarMuchas gracias y éxitos!
http://www.tri-cityherald.com/2013/08/03/2503976/debate-over-kennewick-man-not.html
ResponderEliminarEste diario había seguido todo el proceso judicial en torno al caso y desde un punto de vista NEUTRAL; muy diferente al resto del sistema que es totalmente pro-indigenista.
Lo que corre riesgo son los NEGOCIOS de millones: la ley indígena permite a los "primeros habitantes originales" de los EEUU tener casinos en sus reservas. Y si Kennewick tiene razón -que la tiene- la raza del esqueleto sería europea y su datación PREVIA a la de los indios descendientes de asiáticos de hoy día, con lo que quedarían FUERA de la ley que los beneficia.
Se quiso cambiar la ley (no sé si prosperó) por parte de los demócratas y el lobby judío -muy liado a los indios al ser ellos los que manejan la mafia de los juegos y casinos en Norteamérica-, buscándose que en la definición de que era un pueblo "originario" estuviese no lo racial y cultural que dice hoy día (para ser descendiente de tal pueblo debe la tribu demostrar una descendencia en sus genes y herramientas y costumbres, o sea su bio-culturalidad) y agregarle "o que la tribu LOS RECONOZCA a los restos como de sus antepasados" en una IDENTIDAD DE GÉNERO llevada al tema racial: o sea, yo si digo ser descendiente de Kennewick man y vivo en la misma zona que él (se pide ese factor geográfico, un ley solis contra la ley de la sangre) y me reconozco psicológica y socialmente así, ¡pues lo soy!, me quedo con los restos y si quiero los escondo y destruyo con la mentira de un "entierro ritual". Eso intentaron y el tema quedó en punto muerto, porque los restos creo que sigen estando disponibles (y no han sido destruidos aún, aunque todo el sitio arqueológico sí fue arrasado), pero nadie puede investigarlos.