lunes, 3 de febrero de 2014

El Observatorio Solar Chankillo (Chanquillo)

Las ruinas de Chankillo, en el desierto de la costa peruana, y a unos 400 kilómetros de Lima, poseen el honor de ser, por ahora, el observatorio solar más antiguo de América, pues sus orígenes se remontan al siglo IV a.C.


Básicamente, Chankillo consiste en una especie de fortificación elevada sobre una colina, cerrada mediante tres gruesos muros concéntricos de forma ovalada. En el interior del último muro destacan dos construcciones redondas y una rectangular. Lo más interesante de este yacimiento, sin embargo, se encuentra a un kilómetro de la fortaleza, en dirección Este. Allí, en lo alto de una loma de trescientos metros de longitud con una orientación norte-sur, destaca una hilera de trece “torres”, separadas entre sí por una distancia de unos cinco metros.


Hasta hace unos años, la atención de los arqueólogos e investigadores se había dirigido casi por completo a la fortaleza, sobre la que aún hay dudas respecto a su auténtica función. Pero en el año 2007, un equipo internacional de arqueólogos de las universidades de Yale (EE UU) y Leicester (Reino Unido), descubrió que las “torres” de Chankillo tenían una importancia mucho mayor de lo que aparentaba a simple vista.

Desde el siglo XIX, distintos autores habían sugerido un posible significado astronómico para aquellas estructuras, pero nadie elaboró una hipótesis de trabajo, ni se desarrollaron estudios más completos. Fue Ivan Ghezzi, un estudiante de la Universidad de Yale quien, en 2001, decidió profundizar en la cuestión mientras realizaba una tesis sobre construcciones bélicas de la región. Seis años más tarde, en 2007, su trabajo dio sus frutos con la publicación en la revista Science de sus conclusiones y las de sus colegas de investigación. Tras realizar distintas mediciones, los arqueólogos descubrieron que las torres están orientadas en función de la salida y puesta de Sol en los solsticios y equinoccios. Tales alineamientos son visibles desde sendas estructuras ubicadas a ambos lados de la hilera de torres.


Desde el punto de observación situado al oeste de las torres –el mejor conservado– era posible contemplar la salida del Sol en los solsticios, que coincidía con la primera torre en el caso del solsticio de verano, y con la última en el caso del solsticio de invierno. Desde el punto de observación ubicado al Este, por el contrario, era posible contemplar la puesta de Sol. Pero además, las trece torres tenían también otro cometido: registrar el movimiento solar a lo largo del año, de forma que cada diez días, el Sol surgía por un hueco distinto de los existentes entre las trece torres.


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