Las pirámides mexicanas poseen un peculiar halo de misterio que pocas construcciones en el mundo tienen. En muchos de los vestigios que hoy quedan en la Ciudad de México se construyeron numerosos templos católicos, como una manera occidental de mirar el triunfo de una religión y otra. Y aunque las pirámides no necesariamente profesaron una religión sino un culto universal a lo esencial de la vida, gracias a la ayuda de nuestros antropólogos aún podemos visitar algunas de ellas y descubrir que, tal vez, su fuerza enérgica sigue siendo impresionante.
La siguiente lista pretende mostrarte las pirámides que se mantienen ocultas entre el caos vial y la selva de concreto capitalina, vestigios místicos que todavía resuenan muy en lo profundo de nuestra conciencia colectiva:
Pirámide del Cerro de la estrella
El cerro de la estrella, antiguamente conocido como Huixachtécatl o “cerro de los espinos”, contiene una pequeña pirámide que se utilizaba para dar cabida a las ceremonias del Fuego Nuevo o los festejos del año nuevo en la cultura mexica. Según se sabe, a través de este ritual realizado con sacrificios humanos, los dioses permitirían que el hombre pudiera vivir otro nuevo ciclo. Este asentamiento data al preclásico mesoamericano (es una de las construcciones más antiguas que encuentras en la ciudad) y hasta la fecha se sigue conmemorando el año nuevo aquí así como también el viernes santo.
Pirámide del cerro Mazatépetl
Construcción teocrática edificada en honor a la tortuga jaguar, divinidad mítica de la fertilidad de la tierra. El cerro Mazatépetl también llamado “del judío”, se encuentra justo después de un arroyo, en el pueblo de San Bernabé Ocotepec en la Magdalena Contreras. La pirámide contiene, a los pies de su escalinata, la imagen de una tortuga con garras de jaguar y tres cruces en su cima, puestas en Semana Santa por algunos católicos como parte de ese extraño sincretismo religioso que profesa nuestra ciudad. Desde este lugar se puede también observar la Cuenca de México, sus fascinantes cordilleras que abrazan la ciudad.
Pirámide de Tequipa
Ubicado al sur de la ciudad, en el pueblo de Santo Tomás Ajusco en Tlalpan, está pirámide se encuentra edificada desde el postclásico tardío y hoy, a pesar de haber resistido a los cambios del tiempo, permanece abandonada y en deterioro a causa de sus habitantes aledaños. En su cima poseía una figura, un hermoso cofre prehispánico de basalto de nombre “El Cuartillo”, que fue extraída de ese lugar para llevarla al atrio de la iglesia de Santo Tomás Ajusco.
La Casa del viento o Templo Ehécatl
Se encuentra surrealmente enclavada en el metro Pino Suárez, conviviendo día a día con los transeúntes capitalinos que pasan por esta línea. Se trata de un pequeño adoratorio en honor al dios Ehécatl (aunque se sabe que en un principio también rindió culto a Tlaloc, dios de la lluvia), mismo que se le atribuían poderes enérgicos en torno al viento. Esta diminuta pirámide mide tan sólo 88m2, su hallazgo se hizo entre 1968 y 1970 cuando comenzó a construirse la línea de tren. El adoratorio de Ehécatl posee una forma peculiar: su fachada es de planta cuadrangular mientras que su parte posterior de planta circular, una especie de templo cilíndrico que, de acuerdo con documentos históricos, se podía llegar a ella a través de una entrada en forma de fauces de serpiente.
Pirámide de Cuicuilco
Cuicuilco fue una de las ciudades más antiguas del valle de México y se cree que tuvo relación con los antiguos olmecas, la cultura más arcaica de Mesoamérica. Sus vestigios están situados en el sur de la ciudad, en el cruce de Insurgentes Sur y Anillo Periférico. El recinto ceremonial fue destruido y abandonado debido a la erupción del volcán Xitle, sin embargo, fue la lava quien ayudó a preservar las ruinas. La pirámide de Cuicuilco es circular y está construida en el interior de una plaza con 110 metros de diámetro.
Debido a que la arqueología no puede entender muy bien ese plazo de tiempo, los investigadores sugieren que la construcción de la pirámide podría haber tenido lugar más recientemente, lo que también refiere que Cuicuilco no tiene 8000 años de edad, sino 2100 años de antigüedad. Sin embargo, la evidencia física encontrada en la pirámide, al igual que la gruesa capa de lava y el período en que se produjo la erupción, coloca la pirámide a unos 8000 años. El hecho de que la pirámide de Cuicuilco tenga alrededor de 8.000 años de edad, nos dice también que las pirámides originales podrían tener su origen en el continente americano, y tuvieron una expansión más adelante en la historia hacia otras tierras.
Ruinas de la pirámide de Mixcóac
En San Pedro de los Pinos, en la esquina de la avenida San Antonio y Periférico, se encuentran los vestigios de un centro ceremonial dedicado al hombre que se convirtió en dios de la caza: Mixcóatl, cuyo significado –”víbora en la nube”–, suele traducirse como una metáfora en torno a la serpiente celeste, o la Vía Láctea. En un principio se encontraba cerca del Lago de Texcoco pero con la invasión española fue destruido. Aproximadamente en el año 1521, los mexicas lo reconstruyeron en esta zona, dando cabida a una serie de festividades liderados por músicos y danzantes de Tenochtitlán y Tlatelolco. Hoy esta pirámide no es más que ruinas, pero a sus orillas se llevan a cabo diversas actividades culturales en el Centro Cultural La Pirámide.
Templo Mayor
Sin duda no puede faltarnos el templo y pirámide más emblemática de Tenochtitlán, hoy la Ciudad de México. Esta pirámide era el centro absoluto de la vida religiosa azteca. Está situada en el centro de la ciudad junto a edificios coloniales y modernos, una mezcla brutal y a la vez fascinante. Este antiguo edificio comenzó a construirse en 1428. Aquí se reunían las ofrendas sagradas y los depósitos funerarios de los aztecas: en este lugar se hicieron miles de sacrificios humanos y tenía gran un valor simbólico para los enemigos del imperio.
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